Cambio climático y afectaciones a la salud y seguridad en el trabajo de la palma de aceite en el Urabá antioqueño
El trabajo en la palma de aceite ha impactado la salud de los trabajadores y trabajadoras, y estos efectos se han agravado con el cambio climático.
Por Giancarlos Delgado y Helen Caicedo
El análisis que aquí presentamos parte de dos supuestos; el primero que el clima no es estático, a diario nos enfrentamos a cambios abruptos y graduales en la temperatura y fenómenos meteorológicos que oscilan entre tormentas, oleadas de calor, inundaciones, todo en simultáneo a escala global. El segundo, que todo lo anterior tiene efectos directos y cada vez más difíciles de predecir y controlar en el ámbito de lo humano, y esto se traduce en inseguridad alimentaria y hambrunas, sequías, ríos desbordados, y en general, personas enfermas.
Este artículo es la primera entrega de una investigación en curso que busca, dar pasos hacia una explicación de la relación cambio climático–enfermedad para el caso colombiano, en específico de las enfermedades derivadas de la exposición a cambios meteorológicos y de temperatura en la zona del Urabá antioqueño para trabajadores y trabajadoras de la palma de aceite –cultivo en expansión en la zona–.
Lo anterior, con base al análisis de los resultados de la sistematización del primer periodo de trabajo de campo, llevado a cabo en julio del año en curso con trabajadores y trabajadoras de la palma de aceite, en los municipios de Mutatá y Chigorodó, etapa en la que se realizaron entrevistas grupales e individuales orientadas a reconocer, en la perspectiva de las personas implicadas de forma cotidiana en la producción en esta agroindustria, una explicación sobre el cambio climático en la zona y los riesgos de accidentalidad y enfermedad laboral.
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Cambio climático y expansión de la palma de aceite en el Urabá antioqueño
El cambio climático, un fenómeno asociado a la actividad humana, que se manifiesta principalmente a través del calentamiento global y la intensificación de eventos climáticos extremos, representa uno de los mayores retos para la humanidad en el siglo XXI. Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), el incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), como el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4), ha provocado un aumento sin precedentes en la temperatura global promedio, con consecuencias profundas sobre los ecosistemas y las sociedades humanas. A nivel mundial, los impactos de este fenómeno se reflejan en la variabilidad climática, el aumento en la frecuencia de sequías, tormentas intensas, cambios en los patrones de precipitación y el incremento del nivel del mar.
Colombia, debido a su geografía diversa y a la dependencia de actividades económicas vulnerables al clima, como la agricultura, la ganadería y la pesca, es particularmente sensible a los efectos del cambio climático. De acuerdo con la Política Nacional de Cambio Climático, el país enfrenta riesgos que van desde el desbordamiento de ríos y la erosión costera hasta la pérdida de biodiversidad y la disminución de la productividad agrícola. En este contexto, el impacto sobre la seguridad alimentaria y el bienestar de las comunidades rurales es particularmente preocupante.
Adentrándonos a la relación que se da entre el cambio climático y los efectos territoriales que este fenómeno tiene, nos encontramos con la región del Urabá antioqueño, ubicada en el noroccidente del país y caracterizada por su alta biodiversidad y actividades económicas relacionadas con la agricultura, el comercio y el turismo, lo que la enfrenta a desafíos únicos frente al cambio climático. La región, una de las principales productoras de banano del país, se ha visto afectada por el cambio en los patrones de precipitación, que ha alterado los ciclos agrícolas y la disponibilidad de recursos hídricos, además de una transformación en las tradiciones y vocaciones productivas locales que han significado una expansión de la producción de palma de aceite.
Además, la proximidad de Urabá a las zonas costeras lo hace vulnerable al aumento del nivel del mar y a la erosión costera, poniendo en riesgo tanto las infraestructuras como los medios de vida de las comunidades locales. Estos factores, combinados con la deforestación y la expansión agrícola que ha tenido en la transición de siglo la palma de aceite, agravan la degradación ambiental, exacerbando la vulnerabilidad de la población.
El Urabá antioqueño, una zona caracterizada por su clima tropical húmedo, suelos fértiles y disponibilidad de agua, ha sido un territorio particularmente propicio para el desarrollo de la palma de aceite. Inicialmente, esta región se centró en cultivos tradicionales como el banano y el plátano, pero la palma de aceite ha ganado terreno en las últimas décadas debido a su potencial para diversificar las actividades agroindustriales, cerrando el año 2023 con un acumulado de 6.731 hectáreas de áreas sembradas según datos suministrados por el sistema de información estadística del sector palmero (SISPA) de Fedepalma.
Un aspecto clave para entender la relación que se teje entre la expansión de la agroindustria de la palma de aceite y la intensificación de los efectos del cambio climático en la región del Urabá, son las características de este monocultivo y su forma de producción para llegar al aceite crudo de palma y palmiste (derivado del proceso industrial primario de la planta extractora), aspecto que ampliaremos a continuación.
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Si bien las formas específicas de cultivo, cosecha y procesamiento de la palma de aceite varían dependiendo de las características de las zonas del país y los saberes propios que la experiencia de la agricultura deja en los territorios, podemos abarcar el proceso en dos fases: la agrícola de producción en campo y la industrial.
La primera, comprende procesos que van desde establecimiento y mantenimiento de cultivo, siembra, poda, fertilización, control de plagas y malezas y riego, como cualquier cultivo; una vez se da el proceso de siembra se continúa con el proceso de cuidado y regulación del fruto. A partir de los 3 a 4 años, la planta empieza a producir racimos de fruto fresco, que son el principal insumo para la extracción del aceite. Como es de suponer, durante el proceso de cultivo y mantenimiento debe haber un recurso hídrico constante, y en la palma de aceite la llegada del fruto es sinónimo de un altísimo gasto previo de agua.
Seguido del cultivo viene la cosecha de los racimos. Este se realiza de manera manual con el uso de herramientas especializadas y requiere un manejo cuidadoso, pero además un irremediable esfuerzo físico pues el racimo debe ser arrancado – de caer, afectaría directamente la calidad del fruto– . En condiciones idóneas (climáticas, técnicas, patológicas), las palmas pueden producir frutos de manera continua durante todo el año.
Llegados a este punto, es importante señalar que la fase agrícola de producción en campo de la palma de aceite tiene implicaciones directas con el clima porque requiere, de manera continua, agua durante 3 a 4 años seguidos pero, además de esto, al tratarse de un monocultivo de expansión –ya que no sería rentable tener pequeñas zonas de cultivo mientras se esperan años a que llegue el fruto–, supone que hay, a la par, áreas de siembra y de cosecha. Básicamente, la producción de palma de aceite requiere de grandísimas extensiones de tierra para que mientras se cultiva, también se esté cosechando en las mismas zonas; en resumen, ocupa mucho espacio, agua y tiempo.
Pasando por la fase agrícola, encontramos la fase industrial que comprende el procesamiento del fruto en las plantas extractoras, en donde se da la separación de pulpas y semillas y, mediante procesos de prensado, se extrae el aceite crudo de palma. Posteriormente se llevan a cabo procesos de refinación, pues el crudo contiene un sinnúmero de residuos, y de ahí derivan a otras actividades más asociadas a los usos que se le vaya a dar, estos pueden ser alimenticios, biocombustibles, industria cosmética o de productos de limpieza, entre otros.
En lo que concierne a cambio climático, la palma de aceite tiene todo que ver y carga con una responsabilidad asociada a la naturaleza de la producción, pues intensifica la deforestación dado que al ser un cultivo de expansión requiere que se talen grandes áreas de bosque tropical, intensificando la emisión de gases de efecto de invernadero –que eso pase, produce alteraciones en la temperatura y contaminación atmosférica–. La palma de aceite cambia el ecosistema, pero además lo drena, pues sin agua no hay mantenimiento del cultivo, por ende, fruto.
Para el caso concreto de este artículo, los trabajadores y trabajadoras con quienes realizamos las entrevistas desempeñaban sus labores en la fase agrícola de la producción de la palma de aceite. De ahí que la descripción de hallazgos pase por una exclusión de los impactos del cambio climático en la planta extractora, asunto en el que indagaremos más adelante.
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Riesgos y enfermedades laborales de trabajadores y trabajadoras de la palma de aceite en el Urabá Antioqueño
En el último año, el cambio climático ha tenido un impacto significativo en la región de Urabá antioqueño, esta zona ha experimentado una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos, como fuertes lluvias e inundaciones. Por ejemplo, municipios como Turbo y Apartadó han sufrido desbordamientos de ríos, que traen como consecuencia obvia afectaciones a las infraestructuras de vías, casas y el puerto para el caso de Turbo.
Estos eventos están relacionados con el fenómeno de La Niña, que ha intensificado las lluvias y ha aumentado la vulnerabilidad de la región. Además, el cambio climático ha generado un incremento en la temperatura y alteraciones en los patrones climáticos, lo que afecta tanto la salud pública como las actividades económicas en la zona, siendo en lo que respecta a la agroindustria, la producción de banano y palma de aceite las dos actividades que más involucran población ocupada en la zona.
Ahora bien, una particularidad que ha tenido la incursión del fenómeno de La Niña en el Urabá, es que a las temporadas de lluvia también han precedido y sucedido jornadas intermitentes de sequía como la sucedida de diciembre de 2023 a marzo de 2024, que si bien no afectó directamente los cultivos de palma sí tuvo una gran implicación en la sensación térmica.
Lluvias, riesgos y aumento de la carga laboral
Al acercarnos a trabajadores y trabajadoras de la palma de aceite del municipio de Chigorodó, encontramos una relación entre la llegada de la ola invernal en el periodo que comprende los meses de abril a julio del año en curso, pues la lluvia transforma de manera radical el entorno material del trabajo; es decir, debido a que se dan inundaciones, la tierra que antes era firme empieza a ser resbaladiza y a veces no logra verse, pero además se pierde una percepción de los elementos físicos del suelo, pues las inundaciones no permiten una visibilidad clara, como describe una de las personas entrevistadas:
“En tiempos de lluvia y eso, cuando se viene el lapo de agua, las plantaciones se inundan tanto, tanto, que no podemos ver si estamos pisando una culebra, o si estamos pisando fruto, o un hueco. Entonces trabajar así es muy maluco porque usted anda como a ciegas”
Un factor de riesgo inicial es que, al perderse la visibilidad, también existe una mayor probabilidad de lesiones. Lo anterior, sin contar con que la presencia de culebras y/o serpientes en terrenos pantanosos aumenta el riesgo de una picadura que, sin atención temprana, podría tener impactos letales.
Lo anterior nos permite afirmar que el invierno involucra una afectación a la infraestructura física del trabajo y unas transformaciones ambientales con impactos directos sobre los riesgos de accidentalidad; es decir suelos resbaladizos y pantanosos, la probabilidad de ser alcanzados por alguna avalancha, la exposición a descargas eléctricas producidas por los rayos, la pérdida de visibilidad del espacio, entre otros.
Otro aspecto en el que hicieron énfasis las personas entrevistadas fue que la lluvia es sinónimo de un aumento en el peso de todo, y eso incluye herramientas, fruto, ropa de trabajo, todo lo que está mojado pesa más y por tanto implica un esfuerzo osteomuscular adicional al habitual, de ahí que el aumento de las cargas laborales en la producción de la palma de aceite es un fenómeno que está directamente relacionado con la lluvia y el “peso de lo mojado”, en entrevista grupal así lo señalaron varios trabajadores:
“El trabajo con la herramienta pesa y hay que tener ritmo [en cosecha], a eso súmele que todo le pesa más, la ropa mojada, los racimos, caminar con el barro [pantano], entonces un trabajo en el que uno se demoraba una hora, es como si le pusiera más tiempo de dificultad, el invierno siempre es más trabajo, pero también se corre el riesgo de que si la inundación es mucha, no se pueda trabajar”.
La temporada de lluvias tiene varios impactos que vale la pena traer a colación para el tema que atañe la investigación, un factor decisivo tiene que ver que dificulta un trabajo que es, per se, pesado. Es decir, si una persona trabaja en el proceso agrícola de la palma de aceite manejando una herramienta con un peso, cuando llueve debe cargar con el peso adicional de la ropa y la herramienta mojada, además del esfuerzo físico de caminar en un terreno pantanoso, de ahí que el trabajo pase a ser una suerte de carrera de obstáculos medidos por esfuerzo físico para lograr lo que habitualmente requiere menos.
Las enfermedades osteomusculares hacen parte del panorama común de la salud y seguridad en el trabajo de la palma de aceite, dado el peso de los racimos y sus formas de recolección y transporte, el esfuerzo que hacen los trabajadores deriva en lumbagos y desgarro del manguito rotador; no obstante, un aspecto que salta al análisis es que, a mayor peso, mayor exposición a enfermedades musculares.
A lo anterior, habría que añadir que las personas entrevistadas son medidas en el desempeño laboral de acuerdo al cumplimiento de metas por peso del fruto o número de racimos, lo que se conoce como trabajo a destajo. Siendo esta forma de medición una presión en el trabajo, pues de no cumplirse la meta no se transforman los parámetros de clasificación de las metas, sino que se trasladan al mes siguiente. Esto implica otro hallazgo inicial de la investigación, y una ruta para investigaciones futuras, y es que las cargas laborales en los eslabones productivos estrictamente agrícolas de la producción de la palma de aceite, experimentan una intensificación en la dificultad para el logro de las metas (sean estas medidas en hectáreas recorridas, número de racimos, número de cargas o por peso) asociado a la temporada de lluvias.
Por último, un tema que fue recurrente en las conversaciones sostenidas con trabajadores y trabajadoras para esta investigación, es que una consecuencia esperada de la ola invernal es que las enfermedades respiratorias aumentan, sobre todo para aquellos trabajadores que no trabajan bajo techo (caso de los trabajadores entrevistados), y que estas enfermedades además podrían tener más riesgos para las y los polinizadores y las personas encargadas de la aplicación de sustancias químicas como plaguicidas y pesticidas.
Siendo este un tema que requiere ampliación, pues si bien las enfermedades respiratorias son comunes en la agroindustria por la exposición a altas temperaturas, un tema sobre el que no existe mucha evidencia en investigación es el aumento de casos de enfermedades respiratorias en temporadas de lluvia en el sector de la palma de aceite.
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Un aspecto sumamente llamativo del comportamiento climático de la transición del año 2023 al 2024, es que en todo el país se ha experimentado un cambio abrupto de temperaturas a excepción de la extendida temporada sin lluvias que caracterizó el paso de un año a otro Así como el invierno trae consigo un cúmulo de riesgos de accidentalidad y enfermedades laborales, la oleada de calor y las altas temperaturas también tienen afectaciones sobre el desarrollo del trabajo en la palma de aceite.
En el ítem anterior señalamos que las lluvias agregan dificultad al trabajo dado que aumentaban los pesos y el esfuerzo físico osteomuscular en los procesos de recolección, cargue y descargue del fruto, además de obstaculizar la visibilidad del terreno en casos de inundaciones. El calor supone una dificultad asociada ya no al peso, sino a la sensación de agotamiento debido a la deshidratación y mareos asociados a las altas temperaturas, lo que aumenta el grado de dificultad en el trabajo, como señala uno de los trabajadores entrevistados, encargado de supervisar los procesos de calidad en la plantación:
“En cosecha, dependiendo de la labor, existen formas de hacerle seguimiento al trabajador, por ejemplo, a los polinizadores se les mide por hectárea recorrida, pueden ser entre 8 a 10, esa caminada el pleno sol puede llegar a ser muy exigente, algunos trabajadores llegan como con asfixia (…) hay temporadas en las que los trabajadores que están expuestos al sol sólo trabajan hasta las 11:00, 11:30 porque no hay forma de mantenerlos ahí, eso puede ser un peligro”.
Las altas temperaturas y la exposición al sol, en el marco de una exigencia de cumplimiento de meta contada en hectáreas, como es el caso de los polinizadores, pone el énfasis nuevamente en una relación descrita a lo largo de este análisis; que el cambio climático no sólo está aumentando la dificultad en el trabajo, sino que pone a los trabajadores en riesgo de afectar su salud bajo la premisa del cumplimiento de una meta de producción. En consecuencia, la producción está siendo leída por encima del cuidado de la salud, seguridad y en general, de la vida de los trabajadores.
Otro aspecto que salió a relucir de manera recurrente en las indagaciones sobre las afectaciones a la salud asociadas al trabajo en la palma de aceite, en varios trabajadores, es el “golpe de calor”, descritos sus síntomas por parte de un trabajador como:
“un dolor de cabeza fuerte, de esos que uno siente que se le van las luces y luego como un desmayo, a veces da con vomito, pero usted en ese estado tiene que sentarse, no puede quedarse de pie”.
Según el Manual de Identificación Rápida en la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) en la planta extractora de aceite de palma, aceite de palmiste y harina de palmiste en Colombia, de la Organización Internacional del Trabajo, se caracteriza por síntomas como sudoración excesiva, sensación de fatiga y sed, náuseas, vómito, dolor de cabeza, calambre, confusión y convulsiones. Siendo todos los anteriores síntomas de riesgo para personas que se encuentran expuestas al sol en largas extensiones.
Un asunto que llama poderosamente la atención es que al preguntarle a las y los trabajadores si cuentan con zonas de hidratación o un programa específico que garantice la hidratación, cuentan que usan termos pero que la distancia para llenarlos puede ser mucha, por lo cual prefieren esperar hasta acercarse al cumplimiento de la meta.
A manera de conclusión
Un primer acercamiento a las y los trabajadores de la palma de aceite en el Urabá antioqueño, permite afirmar que existe una relación directa entre los fenómenos recientes de variación meteorológica asociados al cambio climático y el riesgo de accidentalidad y enfermedad en el trabajo, específicamente en la fase agrícola y los procesos de cultivo, mantenimiento y cosecha. Un aspecto a resaltar como un consenso por parte de los trabajadores entrevistados es que en general, el trabajo en la palma de aceite es desgastante, es decir, en condiciones climáticas habituales ya representa un grado de dificultad significativo, y esto sitúa el análisis de la agroindustria de la palma como un ámbito privilegiado de observación del fenómeno de lo que le hace el clima a la salud de las y los trabajadores.
Como una hipótesis de trabajo que refuerza la argumentación anterior, nos atrevemos a afirmar que dado de que, se trata de un cultivo de expansión y que sólo existe una planta extractora en la zona ubicada en el municipio de Chigorodó, que además no concentra el grueso de los trabajadores, existe una mayor probabilidad de aumento de los casos de accidentalidad y enfermedad laboral asociado al cambio climático en las plantaciones. En este punto, consideramos importante destacar actividades como la polinización, el mantenimiento, la aplicación de plaguicidas y pesticidas, así como el proceso de cargue y descargue de racimos.
Siendo este un estudio exploratorio, que además presenta sus primeros hallazgos en campo, quedan algunas preguntas por resolver que, esperamos, puedan encontrar eco, discusión, o respuesta en la próxima entrega de esta investigación; ¿cuáles son los riesgos de accidentalidad y enfermedad laboral diferenciados en la fase agrícola e industrial de la producción de palma de aceite?, ¿cuáles son las afectaciones a la salud mental que pueden agudizarse en los impactos del cambio climático?, ¿cuáles son los repertorios de acción colectiva que los sindicatos despliegan en los procesos de negociación para hacer frente al cambio climático en el sector?, ¿existen en las convenciones colectivas de trabajo cláusulas que relacionen el riesgo de accidentalidad y enfermedad laboral con el fenómeno de La Niña (lluvias) o el Niño (sequías)?
Esperamos poder dar respuesta a estas preguntas y suscitar otras en la próxima entrega de esta investigación en curso.
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